Me entregaste tus sentidos,
hidromel nocturno
convertido en rocío,
esperabas algo mío,
esperabas como el horno
espera al trigo
y todo lo negué:
presencia, comprensión,
ternura, abrigo.
Mas de vivir aprendí
que al razonar y comprender
llantos de mujer
se inculpa el alma
y amar oceanidas
incidentes en mi vida
ya no pudo ser.
Tu efigie puebla la oquedad
de mi pensamiento azogue
que trasmigra a tu estancia
y tu imagen efluvia
desde el racimo de la lluvia.
Inundas mi silencio con tu stabat
al pie del destino,
gemir de boreal viento
entre los austros pinos
mientras yo, rada de lo triste,
éxodo gris de caminante
que extravió implementos
de hilvanar sueños contigo.
Ironía de ablastémico final,
del tiempo perdido ayer
están brotando hojas verdes
donde no podían brotar,
hojas del corazón,
desde allí lo sé,
¿para qué están brotando
ahora, para qué?