Yo te vestí de amor
sin conocerte,
sin saber en qué sombra
te ocultabas…
Apreté los lazos fuertemente
para ceñirte a mis sueños.
Se prolongó el tiempo,
y aún ausente,
intuía la presencia de unos ojos,
que llovían sobre mi piel,
lavando mis enojos.
¡Y esculpía sobre mi cuerpo destellos!
Una esperanza erguida,
que entre abrojos
se abría paso en mi mente.
Mientras las horas se encontraban,
deshojando los días lentamente.