Es un refugio de la inmensidad
lo único que puede distinguirse
cuando las manos enceguecen
y sólo poseen tacto las palpitaciones de la fe.
Es una estrella recién aterrizada
que ha formado un surco de silencios
un sitio donde el agua se detiene a pensar
donde la luna se arrodilla
y bebe la transpiración de los pájaros.
Es lo contrario de la pequeñez
el esplendor que imponen las efigies
sobre un cerro de arbustos temerosos
la coronación del tallo que humedece
la fiebre de los párpados.
Es la carne donde las auroras
inyectan su rocío
y reconocen el poder de una forma.
Es lo visible de un acantilado
donde mueren los poetas melancólicos
y los barcos que habían ocupado
con la euforia de los timoneles
en sus viajes sin órbita.
Es una piel de roca que se ha molido
hasta volverse un filamento de luz
y cubrirse con ternura humana.
Sólo se inclina ante un dolor errante.
No hay otro emblema
otro fulgor más alto
que pueda enfrentar la oscuridad.
Fuente: http://www.orfeodigital.com.ar/cuerpo-mujer/la-frente