Mis ojos seducidos por la aurora
se posaron, caballeros, en la desencia ausente,
deseando tu dulce boca que aflora:
el beso más rojo que fue mío lentamente.
Me enamoré de tu calma loca
rendido ante el color de tus ojos tiesos,
fue oración para mi tu tierna boca
no me enamoré de tin sino de tus besos.