Compré ropa de vestir
y por mi actitud descuidada
pasé las de Caín
después de comprada.
Por ejemplo el chaleco
de tela muy fina
tenía varios huecos
que no se veían.
Y el pantalón,
de fina apariencia,
tenía un manchón
que resta presencia.
Con las franelillas
me llevé otro chasco
eran amarillas
lo que compré blanco.
Y del cinturón
mejor ni comento,
tenía una colección
de incontables huecos.
Las medias de seda
de poco espesor
eran, oh que pena
de distinto color.
Todo eso ocurrió
en una mañana,
en un ofertón
de prendas usadas.
Y los zapatos
vaya, vaya, vaya
son los muy ingratos
de distinta talla.
Compré mi elegante atuendo
para ir a una fiesta de clase,
pero ahora triste comprendo
que sólo iré, a una de disfraces.
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