En momentos de profundo éxtasis,
Un poeta angustiado se disfrazó,
Del agudo dolor de su mente,
Y el triste palpitar de su corazón...
Transportando a la humanidad en él,
Vislumbró una agradable reflexión;
Que la tierra no pertenece al hombre,
Si no al único, soberano y sabio Dios.
De nada sirve el intelectualismo,
Ni el fatal dinero y su vanidad,
Argumentan que lo saben todo,
Víctimas de su propia incredulidad.
Dios un día entrelazó la vida,
Para que hagamos su voluntad;
Destrozándola el hombre y sus mentiras,
Disfrutando de su horrenda pecaminosidad.
Vagamos por siglos en valles de tinieblas,
Sin tener de su luz, ni de su agradable paz;
Por su gran amor nos dio la única alternativa,
A su hijo Jesucristo el Rey de la eternidad.
(victolman)