…Nuevamente la soledad se ha sentado en mi mesa,
¡Oh soledad, tú has sido mi compañera! Aquella a quien siempre encuentro en casa, quien me profesa fidelidad;
¡Oh soledad Lo único que tengo, lo único que me queda!
Pero cuanto he deseado no tenerte, cuanto he soñado con verte partir, saberte alejada de mi; cuanto he luchado porque no estés, ¡Cuánto anhelo tu partida!
¡Oh soledad! Pero despierto cada mañana y ahí estas nuevamente a mi lado, me pongo de camino y vas conmigo, y al volver a casa, quieres descansar a mi lado.
¡No! ¡Entiéndelo! Ya no te quiero, de ti solo quiero tu ausencia, ¡apártate de mí! No quiero volver a casa porque tu estas en ella como fiel guardián, nuevamente mi compañera, y vuelves a sentarte a mi mesa y acurrucarte bajo mis sabanas.
¡Egoísta! ¡Inmisericordiosa! ¡Déjame ya! Déjame vivir sin ti, déjame vivir en paz…
Perdóname soledad, pero ya lo he decidido, solo por hoy voy a permitirte que vengas conmigo, este será nuestro último viaje juntas.
Hoy caminaremos unidas por última vez, y ya no te veré pues tu me dejaras vivir.
Esta es pues, nuestra despedida.
¡por fin! Vamos caminando por última vez. ¡Oh soledad es nuestro postrer paseo juntas!
Camina, camina, que ya casi llegamos; sigue caminando oh soledad sigue que ya se alcanza a ver el panteón, está esperando por ti, esa será tu nueva morada, ese será tu nuevo hogar, es ahí donde debes estar.
Y ya no te veré, ¡Oh soledad ya no te veré!
Tu aquí te quedaras y yo con los míos ya sin ti volveré.
Ya no te veré soledad porque hoy comienzo a vivir.
¡Oh soledad, sin ti viviré!
E. Mendoza