El que tenga un padecer
y el alma la tenga rota
que no se ponga a llorar
que le cante a la derrota.
Si va cantando a las penas
y le azota la tormenta,
arde la sangre en sus venas,
si no las canta revienta.
Por eso yo ahora canto
a todas las penas mías,
para que mi desconsuelo
se convierta en alegría.
Mis penas ya no son penas
porque ya las he cantado,
pobre de mí siquiatra
que malito lo he dejado.