IV…
Mi cuerpo ofrecido al tiempo.
Envuelto en la ternura de las luces encendidas.
Tu sombra al pasar por mí
engendra gestos con alma de guijarros.
Lanzas el grito… cae el sol.
Inerte, sin voz de protesta.
Ofrezco
mi silencio al oeste del silencio.
No protesto soy piedra.
No protesto estoy ausente del presente.
Envuelto en luz enceguecedora
relevada al último instante.
Soy la amplitud de la pregunta poblada.
Soy la respuesta secreta de la muerte viviente…
V..
Simplemente andar por la casa
en la lengua de otros, debajo del sol
por encima del mismo
los ojos del rimador iluminado.
Lanza una palabra incongruente
rehén en su próximo destino.
Una palabra a cambio de tu mundo
enlazada cruz reconvertida.
Tu elegante vestido hace mi sombra.
Las ideas rasan la simpleza del
segundo vencido acuartelado.
El poeta invierte en su andar
a cambio de ser naturalmente
desmenuzado a la vista.
Ha de nacerme el final, ha de crecerme
la rabia, ha de crujirme la carne
cuando sienta la sal tocar mis ojos.
Una buena señal, estoy muriendo
he de soportarlo en el secadero.
El final es continuo acceso a
la cava del amor; nacer, crecer,
vivir el esfuerzo, la prueba es que sudamos.
Mis uñas retienen mortales,
precarios ruegos lastimeros.
Quien ha de negar que la carne
tiene su olor característico.
Voy por el atajo tratando de
recortar mi sombra …ella doblo
por la abertura del comedor.
Moverme, sufrir, tener sed es algo
que no es de mi incumbencia
Una vez más descubrí que soy poesía
un disfraz de paraíso en tránsito
que no posee cuerpo, ni rayos.
A ella le debo mis verbos