José está lustrando un par de zapatos.
Marta, su esposa, cose unos botones de camisa.
Muebles antiguos. Familia humilde.
José: ¿Te llamó Julia?
Marta: Sí. Hoy alrededor de las once.
Te mandó un beso.
José: Agradecido. ¿No te dijo cuándo
nos podrá devolver unos pesos?
Marta: José, sabes que no pueden hacerlo.
No tienen ni para comer.
José: Lo sé, pero ese no es el caso.
Nosotros no nadamos en la riqueza.
Como ellos somos pobres.
Y disponemos casi de nada para comer.
Marta: Pero tienes que darle un tiempo más
para que te devuelvan lo que les prestaste.
A su debido tiempo lo harán.
José:¿ Debido tiempo? Como si nos sobrara
el dinero para darle un tiempo más.
Hace tres meses que no veo un mango.
Pero a tu yerno no le falta oportunidad
para beberse una botella de alcohol. ¡Borracho!
Marta: ¡Ay José! Siempre con el mismo tema.
José: ¿Y de qué tema quieres que hable?
No les voy a prestar un centavo más.
Marta: ¡José, es tu hija!
José: ¡Qué novedad! Ya lo sé.
Pero no es motivo para que se aprovechen
de la bondad de uno.
Marta: Démosle tiempo al tiempo.
El muchacho está trabajando fuerte
y en cualquier momento te devuelve
lo que les prestaste. Hoy me lo dijo Julia.
José: No creo en esos milagros.
Si dieron su palabra, que la cumplan.
Marta: La cumplirán José. La cumplirán.
( Suena el teléfono. Marta atiende.)
Marta: Hola... ¡Hija! ¿Cómo estás?
Sí. Te doy con tu padre.
José! ( Le alcanza el teléfono)
José: Sí Julia. Bien. ¿Y ustedes?
¿Qué es lo que me va a alegrar?
Sí. Voy a estar. ¿Por? Bueno. Te espero.
( Cuelga. Se acomoda sus anteojos.
Mira a Marta. Se acerca a ella.
Le besa la mejilla.)
José: ¡Vieja! ...Creo. ¡Creo en los milagros!
( Telón baja lentamente)
Derechos reservados de autor.
Hugo Emilio Ocanto.
27-05-2012