Yo he sido uno más de sus amantes,
por su órfico licor embriagado,
he gozado de sus labios y sus carnes
sin pensar ni un momento hasta cuándo.
Como un lienzo obnubilado por su arte,
como un trigo en los soles de verano
no creí que mis colores se apocasen
ni que el viento de mi otoño era cercano.
Por ella trasnoché sin que mis huesos
sufrieran perjuicios en sus calcios
por ella oteé la vida sin complejos
como el níveo y atlético albatros
desde los eriales azules de los cielos,
como esbelto girasol rubio y áureo
desde las ventanas verdes de los campos.
Indagué en la doble luna de su seno
y en la flor novicia de su acanto
con lujuriosa llama en desenfreno,
como un cisne embebido en su canto.
Pero ella, que es corta como un sueño,
no se casa ni con reyes ni con magos
y al hombre que pretende ser su dueño
lo convierte en su mísero esclavo
para luego arrojarlo a los fuegos
del olvido cuyas llamas son los años.
Y cuando el alba vuelve a mirarse al espejo
lo que ve son las tristes sombras del ocaso.