Erika Mendoza

¡Se busca un ángel

“¿Donde puedo un ángel encontrar?”  Rezaba un anuncio en la plaza del pueblo, con llamativos colores y letras muy grandes para que lo pudieran mirar.

Sentado a la orilla, un hombre Viejo y cansado, con tristeza y penar, quien al igual que su letrero desapercibido por los demás, pasaba sus días.

 

-¿Forastero de lejano pueblo,  que traes en tu morral?

-Agua que alivia la sed, amor para quien se deje amar, salud para el enfermo, palabras para quien quiera escuchar.

-Yo solo busco un ángel! El hombre se puso a gritar. Viandante busca otro camino, aquí no te puedes quedar.

-¿Quién necesita un amigo, un compañero quizá? Tengo pan para el camino, sé abrazar, sonreír y acariciar, puedo asistir en la soledad, enjugar las lágrimas y la carga aligerar.

-¡Calla! Cierra tu boca imprudente aparecido, no interrumpas mis suspiros, calla tu boca, deja de hablar, aquí nadie quiere tus servicios, ¡yo solo quiero un ángel encontrar!

-Procuro para mis amigos, amor, respeto, paciencia y caridad, buen humor y también espiritualidad.  Si alguien me quiere consigo, ¡aquí estoy! solo me debe llamar.

-Sal de aquí peregrino incoherente, que a mi ángel vas a espantar, llevo una vida buscándolo y no lo puedo encontrar, por aquí solo pasan locos que escogen mi letrero para venirse a anunciar.  Vete, vete! Ya no quiero mas locos conmigo, no me interesa lo que tu puedas lograr, déjenme solo en mi pueblo esperando, yo se que mi ángel llegará.

-¿Quién necesita un amigo, un compañero quizás? Puedo sentarme contigo cuando solo no quieras estar, se también escuchar y hasta buenos consejos dar, puedo vivir aventuras, trabajar en equipo y ser leal, soy persistente y agradecido, tengo autenticidad. Hago también ejercicio y me gusta cantar, se barrer, trapear y hasta puedo cocinar. Si alguien quiere mis servicio solo me debe aceptar.

-Fuera de aquí peregrino imprudente ya no te quiero escuchar, no quiero volver a verte, solo quiero a mi ángel encontrar, aléjate de mi, no vuelvas a importunar.

-Es tiempo de partir, el tiempo se ha agotado ya, yo seguiré mi camino, a otros pueblos debo llegar. Levantaré mis dones, recogeré mis gracias, secaré mis lágrimas, sacudiré mis sandalias y levantaré mis alas. Y tú, hombre viejo y cansado, sigue llorando no pares de llorar que mañana consciente estarás de que no hay peor ciego que quien se niega a mirar.

¡Llora, hombre necio y sigue buscando,

 Llora, sigue llorando, tu ángel ha vuelto a volar!

 

E. Mendoza