Para amarte no requiero,
ni tus ojos, ni tus manos.
Tampoco correr tus llanos,
ni tus campos o potrero.
Que el cariño verdadero,
se conoce con los años.
Cuando a pesar de los daños,
sigue siendo compañero.
Pues siendo el amor sincero,
desafía los pantanos,
no le teme a los gusanos,
ni supone burladero.
El sabe erguirse certero,
ante cualquier amenaza,
al sentimiento se enlaza,
con fino cordón de acero.
En desgracia es el primero,
en levantar una mano.
Él llega siempre temprano,
haciendo a su andar ligero.
De alegría es misionero.
De esperanza es estandarte.
Sueño futuro comparte,
con sincerísimo esmero.
Es de enojos pasajero.
De ilusiones abundante.
De la soledad vacante.
De sonrisas semillero.
De la luz un guerrillero.
De fantasías el mago.
De mansas aguas un lago.
Un despertar veranero…
Corazón aventurero,
palpitando estremecido,
a la vida da un sentido,
entusiasta y placentero.
Por eso al amarte quiero,
poblarte en simplicidad,
resembrando de verdad,
nuestro privado sendero…
Por caricias prisionero,
redescubrir con virtud,
que amar no es esclavitud,
ni de obsesión asidero.
Cuando te digo te quiero,
te regalo en libertad,
mi honesta fidelidad
y me entrego por entero.
Por que el amor valedero,
discurre así, sin pensar,
sabiendo que para amar,
tú has de ser, tu carcelero.
Para amarte no requiero,
un castillo rimbombante,
ni zafiro, ni brillante,
destellando cual lucero.
Para amarte no pondero,
no escatimo, ni intercambio
y no espero nada a cambio,
pues sólo quererte quiero.