Un joven apuesto
y muy agraciado
sentado en su asiento
estaba asustado.
Ella, esbelta y atractiva
sentada a su lado,
el ojo le guiña
y le toma la mano.
Él, petrificado mira
sin decir nada,
y ella sólo suspira
y le da una mirada.
Él en su pequeño universo
aislarse quiere del ataque
teme recibir un beso
que lo deje en jaque mate.
Dime por Dios lo que quieras
le hace ella, la exhortación,
dímelo de varias maneras
y has más grande mi emoción.
Y él, hace esfuerzo sobrehumano;
saca fuerzas de momento,
y le dice con gran desgano:
es que apestas con tu aliento.
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