No quiero escribir más de esto.
No quiero.
No quiero llorar, sufrir,
por ti, por mí;
por este incierto destino.
No quiero estar más tiempo penando,
muriendo ante tu desdén;
ahogando mis sollozos, mis ganas de abrazarte.
Mis agotados años ya se cansan
de pelear contra olas de indiferencia
en ese embravecido mar de dolor.
No quiero seguir penando,
llorando.
Agonizando por ti.
Quisiera obtener de una buena vez
tu rechazo, tu abandono,
y ver de lejos
tus lejanas noches de amor.
No soporto un instante más estar sin ti,
sin los rizos de tu pelo, sin tus ojos,
sin tus manos, tus manitas,
sin toditos tus lunares… sin el timbre de tu voz.
Es insoportable estar sin ti, sin tu vida junto al mar.
Amo cada detalle de tu cara,
cada uña de tus dedos, cada poro de tu piel.
He memorizado toda tu geografía,
el color de tus pupilas, el sabor de tus pezones
y esa forma en que aun me miras.
Te añoro tanto, tanto, Sandra mía
que si un día tu regresas ya no sé ni lo que haría.
© Armando Cano