“El porvenir de un hombre
no está en las estrellas,
sino en la voluntad
y en el dominio de sí mismo”
William Shakespeare
Leí los fantasmas extraños de su voz
su antiquísimo idioma de escritor
joven y neurálgico
dos puntos indisolubles en la palabra
redondeó la efigie con sus dedos.
El equilibrio marmóreo en la sedosa línea: el relieve.
Ahí estaba la hoja
dotándose de brisa en su tez blanca de agosto
aquella isla turquesa donde se llenaron sus manos
el rito
el culto
la ceremonia
liturgia de cada letra
a sus 17 años.
Ensimismado en su postura ambigua
su mirada de ave triste se oculta en la sombra
de los depredadores inmundos
de aquellos que se rieron de sus códigos venerables:
el ser poeta.
“ No me juzguen si lo que escribo no se entiende
no me pregunten porque estoy triste todo el tiempo
no me miren para reírse de quien soy”
La avalancha de ese río de efluvio quijotesco
la encontré en sus emociones incomprendidas
sobre el latido incipiente embrionario y húmedo
que le dedicó a la idea
a la estrofa
a la letra.
Hoy comprendo su policromía
dentro de su nostalgia con el papel
conjuga al viento dándole sonata
porque él es un poeta
porque él es un niño agazapado en la mesa
porque le roba diezmos inconfundibles a los árboles
la savia a la naturaleza en flor
y la piedra
a la piedra muda y fría
y al quinqué de un cielo ebrio de estrellas.
Y absorbe los objetos del rompecabezas
cuando estudia los sonidos de la lluvia
a la penumbra del sentimiento haciendo eco en los libros.
Y le dedica canciones al oído
al poema a capela
preso al movimiento acústico
llevando en la mochila un ciclo de estaciones.
Sólo el omnisciente mudo surcará su rostro filial
la solemne pausa de la frase
la musa constante y callada
donde se quiebran los pasos de mi amigo
que no lleva rostro
más que su fiel lazarillo
la tinta y la pluma
que acosan inevitable …sus genes.
Bernardo Cortés Vicencio
Papantla, Ver; México