Recuerdo que por la ventanilla
miraba las nubes del cielo
hasta que noté que un ala de avión
se estaba prendiendo fuego,
después todo fue confusión,
por eso no me gustan los aviones,
la cosa es que yo fui rescatada
por un barco de camarones.
Bubba se llamaba el bote,
los marineros me atendieron bien,
luego llegamos a tierra
y ahora? me voy con quién?.
Cuánto habré zozobrado
abrazada a un blanco barril,
que cuando me dejaron en tierra firme
estaba en América...en Jacksonville!
Menos mal que hablo inglés desde chica,
quedé a merced de una embajada
que me daba comida y cobijo
mientras decidían si yo era mexicana,
le hubiera dicho unas cosas a Obama
pero no me correspondía,
así que esperaba cansada
y pensando en tí cada día.
Una tarde como cualquier otra
por la televisión también me enteré
que rescataron a todos los náufragos
en una isla de Santo Tomé,
siempre me pregunté desde entonces
cómo yo había llegado tan lejos,
tal vez finalmente el destino
comenzaba a entender mis deseos.
Agobiada por el papeleo
avisé que me iba a pasear
pero en verdad contraté un velero
con la idea de no regresar,
enfilamos proa hacia el sur
y partimos con viento en popa,
con la costa alejándose a espaldas
mucho sol y con poca ropa.
Ya mismo quería llegar!
pero algo me distrajo,
se veía una tormenta
acercándose muy bajo,
consulté al capitán
por la creciente negrura
"lo siento señorita, al parecer
es el Triángulo de las Bermudas".
Claro, cómo no imaginarlo!!
con mi racha siempre tan buena!,
nos tiramos los dos al mar
y que sea lo que Dios quiera,
recuerdo un gran remolino,
agua y sal por todos lados
y que luego entre tanto oscuro
brilló finalmente algo claro.
Abrí los ojos con esfuerzo,
sonreías frente a mí,
parecía un ensueño,
"es el Cielo? me morí?"
"No, mi amor" te reíste
"estás en la playa tendida,
un hombre también está aquí
secándose cerca en la orilla".
Y así fue como quien escribe
terminó su odisea mundial,
llena de arena en el pelo
pero junto a su amor sin igual.