maria ferretti Gaich

Los hijos son...







Un hijo es

 

Nuestro maestro superior, él nos enseña desde que nace la primera lección: su dolor y sus necesidades no entienden de nuestras excusas.


El mejor guerrero: luchará desde el primer momento por sobrevivir en la panza de su madre y luchará después contra la adversidad y la hostilidad del lugar donde nace.


La mayor prueba de nuestra capacidad de amor: ellos nos demostrarán que aunque nos contradigan, aunque cometan los peores errores, aunque demonicen nuestras ideas, aunque nos traten como extraños en la adolescencia; nosotros los trataremos con el mismo amor que la primera vez que los vimos abrir sus ojos delante nuestro.


Nuestro espejo más leal: en ellos nos veremos reflejados, sin tabúes ni máscaras, tanto en lo bueno como en lo malo. En ellos veremos lo que fuimos en la juventud y proyectaremos (a veces egoístamente) nuestra vejez.


El real sentido del tiempo: No existe mayor convicción que la de saber que ellos son nuestro futuro, nuestra continuidad, nuestra real trascendencia en esta tierra.


Nuestro aprendizaje al desapego: ellos se irán, a pesar de todos nuestros esfuerzos por retenerlos, y emprenderán su vuelo dejando nuestro nido vacío; demostrándonos que nada aquí es eterno, que nada es para siempre, que nada nos pertenece por mucho que los sentamos nuestro.


Los mejores economistas: ellos nos enseñarán como hacer para extender al extremo imposible nuestros ingresos y como prescindir de lo superfluo con el fin de poder   cumplirles los sueños. No importará cuanto dinero tengamos, si ellos nos piden lo que no puede comprarse, nos sentiremos los más pobres, hasta alcanzarlo.


El juez más implacable: por evitar darle malos ejemplos quisiéramos ser perfectos, e inclusive borrar de nuestro pasado los errores para mostrarle el camino correcto. Nada nos aterroriza más que ser juzgados por ellos.


La prueba de nuestra fe: no importa en lo que creamos, si ellos lo necesitan iremos hasta el último referente religioso a implorarle por su salud, y, sin poder evitarlo le pediremos a nuestro Dios por él cuando por primera vez sin nosotros pise la calle.


Los mejores poetas: ningún poema quedará guardado mejor en nuestros oídos más que la de su voz diciéndonos mamá o papá frente a nuestro rostro impávido.


La confirmación que existe el paraíso: ningún lugar en este mundo es más hermoso que sus brazos rodeando nuestro cuello y ningún paisaje se compara a la belleza de verlos sonriendo.


María Ferretti Gaich