Hoy, la noche se torna siniestra, silenciada por el cantico de las
campanas que anuncian la llegada de la muerte.
Yace un hombre en el suelo, un sobre guarda en su pecho bellos
recuerdos para su amada.
“Querida mía, si lees estas palabras, significa que fui un cobarde.
Tu sabes que nunca te he sido infiel, es más, yo siempre te he amado
y desde mi lecho eterno te seguiré amando, por esto te pido perdón,
yo jamás te quise hacer daño, así que esta es la carta de despedida
que yo te escribo, porque sé que si estoy a tu lado, nunca podrás ser
feliz, que nunca podré darte lo que te mereces.
Te deseo toda la felicidad del mundo, pues mi despedida está perfumada
con el dolor de las lagrimas de una flor marchita.”
La tenue luz de la luna ilumina el rostro del hombre cubierta por las
lagrimas de una noche tormentosa; mas sus ojos se apagan con la
imagen de su amada en la mirada.