TODO EL MAR
Yo era un hombre sentado ante una máquina,
al borde de la tarde, esperando que los dedos
encontraran las teclas apropiadas.
Yo era un hombre sentado
ante las veintisiete letras
donde han entrado todas las historias,
las historias que han sido, que serán.
Yo era un hombre minado por la fiebre
de todos los que un día contaron una historia.
Nadie sabe hasta qué punto deseaba
que mis dedos dictasen unas líneas.
El hombre, algunas veces, es un lunes
de lluvia encabalgado al final del calendario;
o el apagón perpetuo de las cajas cerradas.
En la playa, las olas llegaban a la orilla
como los versos blancos
de un poema infinito, inagotable.
Las veintisiete letras, todo el mar,
el ingrato trabajo de atrapar una idea,
son cosas que consiguen abrumarte.
Yo era un hombre asomado a la ventana
con todo el mar mirándole a los ojos.
(De “Todo lo contrario”)