Voy a contar a mi estilo
lo que ha pasado en mi casa,
con nuestro perro de raza
que lleva por nombre “Flequillo”.
Él me ladraba intranquilo
reclamando su bocado
por eso me fui al mercado
y compré de carne dos kilos,
y la pobre me salió tan dura
que parecía caparazón de tortuga
cruzada con cocodrilo.
pero el hambre de “Flequillo”
no tuvo que ver con nada
y en la primera dentada
se voló todos sus colmillos;
y yo que fui testigo
de lo que mi historia relata
le preparé un puré de papas
para que pudiera comer;
y es que señores les confieso
que siento un dolor muy grande
por darle tan dura carne
quizás más dura que el hueso;
por eso finalizando mis versos
pienso sin temor a yerro
que el trozo de carne al pobre perro
le hizo a su nombre honor perfecto
porque quedó vuelto fleco
por atreverse a comerlo.
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