Como su nombre lo indica, se llama Jade.
Ella es como es. Un péndulo que esquiva las descripciones. El día cuando la conocí de verdad vestía un color blanco de la cintura para arriba, el resto era azul y negro. Ropa interior blanca. No usa, ni usará medias. Me sorprendió verla en persona, porque su voz era una voz de alta. Me sorprendía cada vez que nos veíamos a solas, porque su voz era de solitaria, aunque yo la acompañara de corazón, aunque viviera en un estadio lleno.
Odia su cabello. Nunca me dejó acariciarlo mas de dos veces. Ni gorda ni flaca ni nada de eso. Era un péndulo de hipnotizar. Tuvo la oportunidad de enrolarme en sus años. Estaba bien barato cuando la conocí. Pero decidió no incluirme en su lista de opciones. Chimbo, no todo surco deja que lo siembren.
Odia que le digan qué hacer, odia depilarse, odia que la ignoren y a veces odia sus días. Abrazo por abrazo, en nuestras breves caminatas, aprendí mas de todas a través de ella. Luego me doy cuenta que aprendí de mí que soy igual a ella, aunque mas viejo y mas simpático. Compartimos el núcleo humano. esa fue la razón de habernos conocido. Ahora que estamos separados la veo. La sigo viendo caminar bailando. Me abraza cada vez que me ve y me manda besos a cada mensaje.
Si alargara el brazo podría tocarle la cintura. Y me heriría con las astillas del puente roto.