A mi hermana la invitaron a cenar
Y por salir corriendo con sus amigos
olvidó de la casa la puerta cerrar
y vaya que fue un gran olvido.
Yo que estaba casi dormido
escuché un ruido sospechoso
y me levanté muy presuroso
para intentar averiguar lo sucedido.
Pensé que era algún bandido
de esos que se adueñan de lo ajeno,
que resisten el plomo y el veneno
y viven en completa salud
porque tienen la misma virtud
que tienen esos perros callejeros.
Menos mal, queridos compañeros
que no pasó de ser un susto inocente;
fue una ráfaga de viento que de repente
cerró la puerta de un portazo
pero yo por salir descalzo
en una carrera de cien metros planos
caí como racimo de bananos
golpeando mi humanidad toda,
quedando casi en el instante
con un nockaut fulminante
de esos que te mandan a la lona.
Allí me quedé algunas horas
hasta que oí unos gritos desgarradores
que se oían por todos los alrededores…
era mi hermana que había regresado
y como las llaves había olvidado
tenía la garganta vuelta trizas
de tanto grita que grita
cómo ópera cantada por soprano,
y yo en el suelo casi desmayado
era poco lo que podía hacer
solo me sentí desfallecer
al ver mis malas condiciones
y aunque tuve buenas intenciones
no pude la puerta abrir
y ella tuvo que partir
ronca y embravecida
a dormir a que la vecina
que la quiso recibir.
Por eso debo decir
después de mis cavilaciones
he llegado a la conclusión cierta
que no cerrar o no abrir la puerta
siempre trae complicaciones.
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