Me veo en tus ojos hijo mío
Eres un viaje que conjugo en diversos tiempos
Que me lleva de la mano un tanto Acelerado
Por recuerdos fascinantes del pasado
Navego en tu mirada hijo mío
Y tu edad risueña me regala ese traslado.
Desde allá me lanzas nuevamente a nuestro mañana
Y te veo todo un hombre retoño mío
Sentado impaciente a mi lado
oyendo mi sermón, anciano.
Olvido fácilmente lo que me cuentas,
Y vuelvo a preguntar la misma trama
¡No por favor… No te molestes!
quizá mi torpe mente nos juega una broma
También yo la misma historia de lobos y serpientes
mil veces te conté a todas horas.
levántame si algún peñón se movió hacia mi pie
porque mis rodillas no pueden alzarme seguramente
ven conmigo en esa nave a tu niñez
allá está el minuto exacto, en que una roca desgarró tu piel
y si mis piernas tembleques me hacen besar el pavimento
no sientas pena de mí... no, no, no me dejes
!ay hijo mío! porque cuando pude correr
lo hice para llevarte en mis brazos
a rescatar tus dientes
que en el parque perdiste sin querer.
Tal vez te aburre estar cuidando al lado de mi cama fría
y te aterra también mi lascivia involuntaria, impura
pregúntate si alguna vez pasó por casa la disentería
si deshidratado y pálido cuide de ti hasta tu cura.
no sientas pena de mi
soy el mismo que te cuidó del miedo
el que lloró contigo tus heridas
y en los buenos momentos
quien te aplaudió con mayor alegría.
¡ Fruto mío!
Si cierro los ojos para siempre,
lejos de tu mirada
ven y bésame en la frente,
quédate unas horas a mi lado mientras me alejo
¡quédate unas horas ten calma!
silbando y tralaleando una canción de amor para mi
de esas que acarician el alma
de aquellas que dejamos en tantos festejos
de esas que alguna vez cantamos juntos por ahí
cuando quise que crecieras oyendo mis concejos
vive con paciencia cuando estos momentos lleguen a ti
pero claro… si llego a viejo.