Morimos un poco,
cada vez que nos resignamos,
un instante, cuándo no miramos.
Morimos un poco,
cada vez que olvidamos,
del todo, cuándo no soñamos.
Y de lo vivido,
apenas nos queda nada,
salvo algún recuerdo
arrancado al olvido,
y tal vez el fruto
del amor vertido.
Pues es tan eterna,
la vida, como un segundo,
tan efímera como el brillo,
de un millón de estrellas
y tus huellas, tan profundas,
como el cariño que dejas,
en el corazón de un amigo.