Isaac Amenemope

SANTA SOLEDAD (divina bendiciĆ³n)

Amo las respuestas que la soledad pide de mí,

 noto en la impropiedad de una actitud sin sombra o reflejo

 cuanto ha pasado por aquí.

 

Quiere por amiga la verdad,

 que no sabe detenerse,

 que sólo conoce levedad.

 

Contigo se aprende a callar,

 a sentirse indemne

 en campos abiertos a la instantaneidad.

 

No es que estás de repente

 y al rato, ya no estás.

 No es lo que parece,

 ni lo que perecerá.

 

Cuando por las noches resplandece,

 la cámara para revelar.

 Escenas que acontecen

 para que vuelva a soñar.

 

Sentada a mi lado,

 viendo la película que pasa mi cuerpo convencido,

 en una pantalla de finísimo plasma licuado,

 rebobina lo que hubo sucedido.

 

Me presta sus ojos para que vea donde la luz no llega,

 repeticiones que cambian de lugar,

 almácigos de reminiscencias veraniegas,

 cumplidos de la vida que no podría olvidar.

 

Ha debido por primera vez observar

 el desorden en la casa del hombre,

 la sobriedad metida en un sobre

 donde más le gusta estar