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En la brega cotidiana
busca el hombre una verdad,
se esconde de la maldad
con rectitud meridiana.
Cuando asoma la mañana
sale en busca del sustento
y aunque el tiempo se haga lento
en esa labor se afana
pues la familia lejana
le espera con regocijo:
una esposa y un buen hijo,
una mesa y una cama.
Se nombra feliz, dichoso,
se entrega sin mezquindad,
habla siempre la verdad
y todo lo encuentra hermoso.
Mas si la traición lo ataca
la vida se le desgaja,
el pecho se le descuaja
y se le vuelve una roca.
Se enmaraña su destino,
se pierde en los arrabales,
se busca sus propios males
y se esconde tras el vino.
Ya todo el encanto roto
va camino del abismo,
su proceder no es el mismo,
sólo un recuerdo remoto.
Es una pena la vida
de este infeliz desgraciado
por un destino marcado
que a la muerte lo convida.
Sólo puede un buen amigo,
con cariño y con apoyo,
levantarlo de aquel hoyo
con su pecho por abrigo.
Si me preguntas el nombre
que ese amigo llevaría
sin dudas yo te diría:
Jesús, que es salvador de hombre.