Miyagui yuyatsi

Microcuento (la ciudad)

 

 

 

 

 

 

Aquellos gemidos femeninos ya no provocaban en mí excitación, al principio usaba audífonos todo el tiempo, sentía que tanto sexo a mi alrededor me volvería loco. Me daban veinte minutos para limpiar el desorden que dejaba la pareja cumplida su faena, si tenía suerte podía quedarme con algo, un día encontré una cámara, para la noche ya había un nuevo video circulando en la red. 

En una ciudad de etiquetas y máscaras mi trabajo no era el más aplaudido, y mis complejos y yo nos encargamos de mantenerlo en secreto, ni siquiera mi novia sabía lo que hacía.

Con aire morboso a veces jugaba a adivinar quién estaba en cada habitación, a imaginarme la posición y la batalla librada en cada trinchera, era política del lugar cumplir aquella regla (que muchas veces intenté desobedecer: “Está terminantemente prohibido acercarse a los usuarios\"), pero en el hueco donde guardaban las escobas había un pequeño respiradero y yo resolvía mi poco tiempo libre entre estudiar anatomía y tratar de observar alguna cara conocida en el oscuro vestíbulo.

Una tarde mientras viajaba entre lo azuloscuro y un millón de espejos del pasillo el llamado de ¡condones a la habitación n.48! me hizo sobresaltar. Acababa de dejar los preservativos en una abertura de la puerta, cuando “Something” de los Beatles se detuvo en el cerrojo al escuchar una voz del interior… Las casi tres horas siguientes busqué un montón de excusas para atravesar aquel pasillo, hice un par de llamadas contestándome solo el buzón de mensaje…aquellos gemidos: Más¡ mas¡ No te detengas¡¡ me eran familiares.

Fue la primera vez que limpie minuciosamente un cuarto…moví todo.

Esa tarde salí a la universidad inmensamente perturbado. En esta ciudad... cualquier cosa se podía esperar.