¡Ay!, que vendimia tan alegre
con sus purpúreas mujeres
viviendo a la orilla del río,
dando alas pa´ volar al vino.
El viñero va por la viña
tomando de la vid el fruto
porque es para él todo su mundo
convidar una uva a su niña.
Sedientas están ya las damas
de tanto bailar y bailar,
y quieren beber todo el mar
de néctar que brilla en sus plantas.
Así como los pies danzantes,
también de rojo se entintaron
del cielo los altos celajes
como por el baile alcanzados.
Y fue una endulzada jornada
de vino sutil entre vinos,
como el que besa mi garganta
y me lleva por su camino.