Estuve hablando con Dios, cuando caí inconciente
Y hoy me pasa por la mente le dije que yo era bueno;
Un poquito quemadito por el fuego de su sol,
Pero no un negro carbón, cual de la noche el sereno.
Aún ido como yo estaba, recuerdo le suplicaba,
Que si acaso me llevaba, no me viera como esclavo;
Y que su nombre lo alabo, cada segundo del día,
Pues sin él la vida mía, fuese una escoba sin palo.
Y también le pregunte, por los angelitos negros,
Porque todos los que pintan, los pintan rubios y bellos;
Y yo he soñado con ser, un angelito del cielo,
Y quería me dijera, si el los acepta feos.
Pero mi Dios es tan sabio, tan poderoso y divino;
Y me dijo entre otras cosas, “Olvídate de las cosas que no tiene trascendencia,
Y vive con tu decencia, dejando abierto el camino,
Para cuando yo te llame, llegues hasta el lado mío”
Hoy lo dejo por escrito, que mi plática con Dios,
Ha sido una bendición, de un padre hacía un hijo;
Y que me siento seguro, vivo con su protección,
Y hoy me late el corazón, más fuerte que cuando niño.
Gracias Rey de los Cielos, Creador Omnipotente,
Excúsame las preguntas que te hice inconciente,
No estoy exento de olvido, pero como aquel que las huellas, dudó si eran de él
Tal vez no veré las mías, porque Tú cargas conmigo.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita