Recuerdo vagamente la risa de esas niñas muy contentas que jugaban con sus muñecas y siento nostalgia al saber que solo son recuerdos de princesas.
También vienen a mi mente esas paredes que me acogieron en mis enfermedades, en mis tristezas y alegrías. Tengo muy presente esa pintura de un jardín con hermosas margaritas.
Pero no recuerdo mi primera caída, mi primer castigo, mi primera expresión y no creo poder recordar mi primera lección.
Tengo miedo de olvidar los pocos recuerdos que tengo de mi niñez, de esos momentos donde todo era alegría y diversión. Donde no había temores mas allá del monstro debajo de la cama, donde las ilusiones se hacían realidad en Navidad y en la época en la que las lagrimas venían de las muñecas no de las bellísimas princesas.
Ahora las responsabilidades y los lugares me impiden ser como lo fui, recordándome frecuentemente mi madurez. Esa pequeña princesa de mi interior, yo perdí, se alejo con el viento y perdió su fe.