La humildad salió a dar
una vuelta por la calle,
pero a nadie conocía
en ese inmenso valle.
Tan humilde se presentó,
que le gritaron ¡vete!
no necesitamos acá
seres sin la prestancia.
Porque aquí la arrogancia
se compra ;pero no se vende.
Cerrándole en las narices
la puerto de la ironía.
La humildad no se reía,
por ser correcta y prudente.
Se fué a vivir entonces
en casa del jornalero,
la hizo pasar y ofreció
su alma como su casa,
donde tomó posesión
del jornalero y su raza.