Te doy mi refugio con forma de puente
que cruza los miedos del fondo del alma;
te quito el vestido, te dejo la calma,
seduzco primero la piel de tu mente.
Te encierro en la celda de amante demente,
de pétalos rojos y música suave;
llegué a tus rincones, me diste la llave,
descubro secretos en toda tu fuente.
Mis dedos son brasas de suave atavío,
adornan mejillas, adornan caderas,
se pierden en montes de bellas praderas,
mantienen tu cuerpo de ausencia de frío.
Tus labios son dueños del dulce rocío
que deja en un beso mojada locura;
lo eterno a tu lado me sabe a ternura
se va de mis días el necio vacío.
Había jurado que siempre sería
bastón de tus labios, sostén de tus besos;
muleta de ganas y juegos traviesos
que muerde el gemido de azul lencería.
Tu cuerpo desnudo, salaz travesía;
tu piel es la ruta del húmedo abismo
que tiembla en tus piernas mi cálido sismo
y deja mis fuerzas morir en la vía.
Las noches son minas de fuego desnudo,
pasión recurrente que inicia en tu boca,
navega la sangre que busca la roca
y entierra el deseo con gotas que sudo.
Revive en minutos cadáver del mudo,
caricias provocan alerta de fuego,
lujuria repite los pasos del juego,
me muero y revivo, formamos un nudo.
Copyright © 2011 José Luis Calderón.
Del libro Raíces de la Marea.