Tan ahogada el alma, tan quieta,
Ha caído sobre la pesada piedra del pasado,
Pues como único soporte, la acoge muerta,
Dejando libre, un espíritu ya cansado.
Como pude dejarlo, ¿siendo el agua para mi sed?
La culpa con la cual me castigo,
La condena a mi amado ser.
Mil y mil veces me digo:
“dos seres has hecho perecer”
La carrera que ahora asumo,
Mi mayor sacrificio ha de exigir:
Renunciar a mi propio rumbo,
A todo lo que contigo fui.
He hecho promesas con un jurar sagrado,
Tu resignación ha soltado mi mano.
Y aunque de pesadillas he despertado,
Dudo, un despertar cercano.
La fe que me acompaña,
Es la que me infunde un amoroso dios.
Pues mi mente ya aledaña,
Aun no comparte la decisión del corazón