Amada soledad de mis días / que te empecinas al compas / de aquella vieja melodía, donde la mañana baila vestida de luces./ luces, que titilan, sobre el marco oscuro de mis horas / y el extraño sortilegio del destino / que abruma el segundo perdido / de la alegria recóndita en mi árida alma, carcomida por la nostalgia acallada / del viajero andarín que partió… lejos… / donde se encuentra la nada, ¡ es la nada… la trémula nostalgia / de esa alegria muda de palabras! / llena de soledad… la que se envolvió / en sombras enmudecidas. / Esas mismas palabras; ahogadas en el pecho, / extraña ya amada soledad/ ahora sonríe…, ahora habla…, / aunque la palabra muda…, ciega…, y loca / hoy te llama, hoy te espera, hoy te busca…/ amada soledad, estremece mis silencios/ pues el designio es el vestigio / de éste instante en que el breve tiempo/ me permite hoy cantarte/ con la luz ahogada en el viento/ con lagrimas saturadas de instantes.