Tengo que escribirte con la luz apagada,
Tengo que llorarte con la pupila caída.
Tengo que entregarte, a mí, con la puerta cerrada.
Tienes un suspiro que contienes para no estrellarlo en su camisa.
Debo un par de tragos que embriagaron tus huellas.
Debo ser el mismo sin cambiar lo distinto.
Debo verte así, como siempre lo he odiado.
Vestida y callada. Distante y esquiva.
Puedo saber lo que callas cuando hablas del clima.
Puedo escucharte llorar cuando te ahogas de risa.
Vete despacio mujer, la neblina te domina,
O es la brisa, o es el soplo, o es tu llanto que me esgrima.
Tengo que escribirte con la luz apagada.
Y a la luna un puñal, y a mis versos sin tinta.
Como para convencerme de no encontrarte más,
Ni en otros sueños, ni en otra vida.
Diego Trujillo