Ciudadano
Amado en la neblina, el hombre empieza
su lento recorrido a raudos pasos,
su lóbrega misión entre sargazos
de historia, de ficción y de grandeza.
Y elige para andar en su cabeza
una corona exacta a la de eriazos,
y espinas y blasfemias y lanzazos
que un dios logró llevar, no sin tristeza.
A nadie le desea la bajeza
de verse del dolor en sus abrazos,
de verse en el licor de la tristeza.
Comienza a caminar, tiende sus lazos
y empieza en la ciudad otra belleza:
un hombre ya la carga entre sus brazos.
06 06 12