Siempre te vi llegar
en horas de la mañana,
cuando me ibas a buscar
para que temprano llegara.
Siempre alegre y puntual
a la hora acostumbrada,
tú presencia sin igual
siempre me acompañaba.
Con caritas soñolientas
mis amigos saludaban
pero luego la maestra
con clases nos despertaba.
Pero a la hora del regreso
era todo diversión
algunos chicos traviesos
disfrutaban la ocasión.
Tu brillante traje amarrillo
nunca lo podré olvidar,
son los recuerdos de niño
de mi trasporte escolar.
Alejandro J. Díaz Valero