Era hace una vez, en un pueblo lejano
que vivìa una hermosa y tìmida doncella.
Era tanta la belleza de su ser que todo
caballero, forastero o plebeyo existente
anhelaba su mano y su infinito encanto.
Pero ella no era sòlo una màscara de oro,
ella era mucho màs. En su juvenil pecho
guardaba un sentimiento inconmensurable,
un fuego divino capaz de dar el mayor de
todos los santos dones, una fuerza natural
que tiende a despejar un cielo enfadado,
una luz multicolor que ni Aurora ni Iris
podrìan emanar asì estuviesen juntas.
Todos sonreìan al verla pasar por la mayor
de las plazas, cuando se dirigìa al lago,
pasando por el bosque. Todo humano,
animal o viviente cualquiera no podìa
evitar esa grata sensaciòn de paz que
su sonrisa y su mirada inspiraban.
Adoraba la esplendida jovencita pasear
por la rivera del lago, cuando las voces
tumultuosas no se mostraban todavìa
ante los primeros rayos. Sòlo ella y su
amada naturaleza: la tranquilidad de
aquel manto extenso, azul y cristalino,
sìmbolo de pureza y renovaciòn, el
canto matutino de los tiernos y pequeños
volàtiles adornaban su paso firme y
sereno, y ella, ella era la imagen que
podìa facilmente resumir el idìlico y
utòpico paisaje que, era parte de ella.
¿Còmo describirla? Todavìa la recuerdo,
como si la hubiese visto sòlo ayer.
Recuerdo sus ojos negros, fijos y sinceros
junto a una lluvia de estrellas en una
noche de luna llena y serena.
Recuerdo su pelo largo, oscuro y brillante
junto a la imponente cascada que nutrìa
al lago dando vida en su gorgoteo a
màs de una enramada.
Recuerdo su rostro, su piel suave, lozana
y nivea, su boca bendita y sus labios
carnosos y sensuales, como fresas frescas,
rojas y maduras, frutos de una
interminable pasiòn.
Recuerdo su forma perfecta, en cada
detalle, como si la mano del genio del
Renacimiento hubiese superado los
limites del tiempo sòlo para dejar en
claro cual es la verdadera Alegrìa.
Sì, asì era ella, asì ella es. Yo que la
he visto y conocido lo puedo
asegurar. Ella es bondad infinita,
demasiada tal vez para este
u otro mundo. Ella tiene alas que
otros no pueden ver ni entender,
por eso puede alzar el vuelo y
descansar en las altas nubes, o en
una isla desierta y paradisiaca,
o en un bosque màgico y misterioso,
medieval, o en un futuro màs grande,
libre y mejor que, nadie quiere o puede
imaginar. Ella està ahì, como yo,
mirando al cielo del Sol, de dìa
y de noche, cuando la turba
voraz y veloz se pierde un instante,
ella mira al cielo y cierra los ojos.
Yo los abro de nuevo y en la
oscuridad de mi cuarto repito
en silencio: “No es sòlo un
sueño”