El ciprés se eleva, recto, hacia el corazón dela Luna, que se oculta, de a ratos, tras un tenue velo de niebla.
Oleadas de bruma acarician el rostro brillante, que vuelca su mirada sobre el bosque, pintando de plata las hojas crujientes de álamos y robles.
Al azul helado de la noche le han brotado miles de ojos que parpadean, emocionados, ante el idilio dela Damacon los árboles.
Y en el cristal de mi ventana, una mano blanquecina garabatea, con letras de nostalgia, un poema breve y luminoso, que reconforta el alma...