Encontrarte fue un lujo
que me fue concedido,
por una suerte impensada,
por privilegio divino.
Poder conversarlo todo
con transparencia y con calma
sin temer monotonía
ni tristes palabras vanas.
Atreverse a compartir sueños
aunque no sean compartidos,
imaginando el tiempo,
de los pasados vividos,
aventuras que fueron
o que jamás exisitieron.
Descubrirme en tu mirada
en la complicidad y en la risa,
y sin esperar nada
poder encontrarlo todo
en el secreto milagro
de un instante sagrado.
E intuir el silencio,
y respetar la distancia,
la angustia, los temores,
la desesperación y su trama.
No esconder lo que pienso,
no necesitar máscaras,
celebrar las disidencias...
reconocer,
a un amigo del alma.