Tengo un tesoro guardado,
entre recuerdos y recortes;
de su palabra aguda y desesperada,
queda algo en mis oídos.
Era mi confidente, mi censor,
Creo que también mi profeta.
Lo recuerdo esbelto, claro, hermoso,
Yo veía por él y él andaba por mí,
Yo de su mano, él de mis ojos.
Recuerdo cuando hacíamos cuentos,
que su risa inundaba mi tristeza
y la felicidad montaba el corcel de su derrota.
Yo era su rosa, la única,
Que nació de otra más bella
Que no perdió su perfume
Y que aún guarda su belleza.
Hoy te recuerdo padre mío,
En cada mirada de mi hijo hombre,
en cada risa de mis bellos nietos,
en cada beso de mi esposo amado,
Y en cada mano amiga que me da un consuelo.