Viejo, hay mucho de que platicar en viva voz, aunque prefiero escribir lo que por usted siento. Los juegos del ayer quedaron atrapados en mis sueños. Mi subsistencia avanza, necesito rescatar esos momentos de infancia, los cuales han quedado prisioneros en el tiempo.
Los recuerdos que habitan en mí, devoran mi alma. Ansiosa, preciso liberarlos, pero la vida corre y aunque mis ojos buscan frenar su marcha, avanza desaforada. Mi existencia se aferra atesorando ilusiones, conservando los pocos momentos vividos de antaño. Mi memoria cuestiona la evocación que retiene su imagen, esa presencia fugaz, llena de armonía que alimenta mi equilibro emocional. Padre, tengo miles de suspiros detenidos en el ayer, los detengo llenos de afición, aunque desgarran mi mente. Son lamentos que se desliza en el viento, permitiendo a mi esencia llegar a sus sentidos, anhelado, se impregnen de mí, pero la lejanía es eterna y no veo el momento de llegar a usted. Al cielo mando una plegaria, para que haga de nuestra presencia un instante eterno y así podamos recuperar, nuestro momento extraviado. Mi corazón yace afligido, ante la sensación de sentir lacerante sentimiento enterrado. Es un suplicio retener este mi desbordante grito al decir, lo necesito.
Dios lo bendiga. Sé que sus pasos cansados ya son, pero no les permites detener su andar; su eufonía respira de dicha, porque colmado está de entusiasmo ante todos estos años permitidos. Así eres, goza su libertad a su modo.
Gracias por mi vida; en mis venas corre tu sangre, es un torrente que va alimentando todo este fervor que nace del manantial de mi afecto. Nada hace falta explicar padre, gracias al Creador que permite, que hoy te escriba y pueda decirte… Abrázame padre, cambiemos el destino, aún tenemos tiempo.
Tu hija.
Magali Aguilar Solorza Domingo/Julio 15/2012 8:12:51 am Mexicana