De lejos, muy lejos, vinieran todos. Había muerto la Mama.
Cinco hijos, emigrados, en busca de una vida mejor. Ella se había quedado sola en la vieja y humilde casita en el monte. Unos durante el viaje pensaban, que deberían haber ido a visitarla, otros con remordimiento recordaban como Ella se había sacrificado por ellos.
Se preguntaban como era posible el tiempo haber pasado tan rápido. Por qué no pasaran unas vacaciones junto a Ella, ahora ya no podría conocer a sus nietos, era tarde. Otro pensaba si el tejado estaría arreglado, pues una vecina le había mandado una carta a decirlo.
Por qué no había venido cuando lo avisaran que estaba enferma. El que estaba en peor situación financiera, quería hacer un entierro bonito, pero no tenia dinero.
Con pensamientos a quemar el alma, fueran llegando, no entraban, como si esperando estar todos, para hacerlo. Entre exclamaciones, de “como está guapa tu hija” tienes un coche precioso”,” estás con el pelo gris”, “tu hijo está un hombre”, todos de negro, todos bien vestidos, así estaban cuatro de ellos.
Solo uno, retirado, tenía los ojos llenos de agua, mirando la vieja casa, pensando como estaría su mama, como había pasado el tiempo, cuanto había sufrido, sola sin nadie.
De corazón apretado, empezó a andar en dirección a la entrada. Una anciana, sonrío y le preguntó el nombre, los conocía, pero al fin de tantos años era difícil saber con certidumbre quien era quien. El en voz baja, le dijo soy Telmo el tercero, ella lo abrazó y cogiendo su mano lo llevó a la habitación donde descansaba su Madre.
Con la luz trémula de las velas, con un ramo de flores del campo de cada lado, allí estaba Ella. Serena, el cabello blanco como la nieve, delgada, la piel tostada del sol, vestida de negro, con un cuello de encaje, que se acordaba de haberla visto con el en la boda de su hermano mayor. Le dio ganas de salir, empezar a correr y no parar, Que tristeza, que rabia, ya no podía hablar ni pedir perdón por todos.
Él nunca había podido visitarla, no tenia recursos, pero los otros, si, podían y no lo habían hecho. ¿Que vinieran hacer ahora junto a ella? Nada, solo para que la gente no hablara mal de ellos y mostrar sus coches, la ropa y los anillos que las mujeres traían en los dedos. Si pudiera, cerraba la puerta y no los dejaba entrar, que marcharan para sus casa y su vida, no pertenecían allí, ni tenían derecho a ver a su Madre.
En aquel momento, tomo una decisión, el quedaría, trabajaría las tierras, arreglaría la casa, para un naco de pan, ganaría, trabajaría en todo lo que le ofrecerían, nunca mas dejaría su Madre.
Sabia que era tarde, sabia que no podría hablar con ella, pero, sabia también, que tenia que quedar, aun que solo fuera para poner unas flores en el cementerio.
La vida no le había sonreído, con las mejores intenciones se había marchado, pensando que la iba a buscar para junto del. No lo pudo hacer, mismo para venir tubo que vender el coche viejo que tenia, nunca se había casado, no tenia hijos, como Ella quedaría solo en la casita vieja.
Así quedo sentado hasta la noche en la habitación, sin hablar casi nada. La anciana lo fue a buscar para que comiera una sopa, al terminar, salió y miro el estrellado de la noche y vio como una estrella cadente, paso y supo que era su Madre a camino del cielo.
Oporto, 18 de Junio de 2012
Carminha Nieves