En el cielo había un ángel que no podía volar,
y ninguno de los otros se acercaba a preguntar,
muy triste y apesadumbrado siempre estaba en una esquina,
y así solo acostumbraba a lamentar sus heridas.
Un día se fue a pasear muy cerca de una quebrada,
y en las aguas reflejadas sus alas pudo mirar,
y notó que de una de ellas brotaba una cadena,
entonces con toda y pena se puso a recordar.
El ángel había sido en la tierra un esclavo,
y aquellas cadenas eran parte de su cautiverio,
y alzando su vista lejos le pidió perdón al cielo,
y maldijo al hacendado que lo tuvo encadenado.
Sus alas vio que soltaron y allí comenzó a aletear,
entonces pudo volar y voló por todo el cielo,
siendo tanta su alegría que los otros se le unieron,
por eso existen los truenos son los ángeles al bailar.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita