Añoro la soledad de aquel momento,
aquellas montañas de infinita altitud
cuyas cimas rozaban el firmamento,
penetraron en mi, como un lamento,
marchitando mis sueños de juventud.
Solía cantar a las aves que venían,
desde el este, con suaves vuelos,
y al ver las margaritas descendían,
mientras por el horizonte se abrían,
rayos de luz, iluminando los cielos.
Hoy, a las aves ya no les canto,
aquella melodía es un tormento,
mi corazón lleno de pena y llanto,
no conoce la paz ni un momento.
¡Oh, aurora fiel! Ven a mí con encanto;
mientras por luminoso cielo avanzas;
solo para ti, será mi hermoso canto,
y en los rayos de tu colorido manto,
he de poner todas mis esperanzas!
J.Plou