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Rito imperdible, ceremonia sublime

 

Agradable poderío tiene

el tacto sensible,

que tuyo y próximo se persona.

Que tan cercano coquetea,

y me excita, erizando la piel,

toqueteándome.

 

 

Intuir los sabores de tu cuerpo:

me provoca.

Degustarlos: me desboca.

 

 

La piel se reconforta,

reafirmada en la memoria; como solsticio de la carne.

Se presente, la carne,

consensuada con el disfrute aquel,

que eludiendo la terquedad, no quiera darse a la fuga,

tenga por bien acudir.  

 

 

 

***   ***   ***

 

 

Ante ti -y por ello acomete-

el impulso reflejo.

Y un espejo silabea confidencial,

delata el contenido de un baúl -mío- repleto

de aullidos lobeznos;

delata la providencia,

la afortunada descendencia,

y desvela el lujoso celo.

 

 

Debido a tu presencia,

la cúspide existencial reclama,

latidos que insistan siendo guerreros.

Recordando instintos por siempre latentes,

vigores vitales yacentes,

que vuelven la sensata voz de las cuerdas,

-que vive desde los orígenes-

en gemidos batiendo sus alas,

en votos de un tiempo sin tiempo,

en carnívoros e irrespetuosos felinos,

en mamíferos anclados a su voraz y eficiente animal.

 

 

   ***   ***   ***

 

Tú haces que mida las prolongaciones de mi vida,

contigo convergen los términos y principios.

 

 

La necesidad del saber, innecesario e incongruente,

a tu lado se pierde en el pozo austero del olvido.

 

 

Cuánto sobra el saber,

si sostengo la justa proporción de;

carne o alma,

imagen vana o fulgor de estrella,

de esencia cósmica evolutiva

o fruto desecho por las estaciones, perecedero.

Fruto que desmereciendo

la flora innata del hilo eterno,

se desprende del infinito fundamental.

 

 

Sobra saber:

el volumen de aire que gira alrededor;

de las aspas de un molino

o de un mecánico ventilador.

La distancia que recorre la lentitud de un segundo

para alcanzar el ser de minuto.

Junto a ti...los paisajes transcurren seguidos,

manteniendo a la vejez apartada,

impidiéndole que pueda acudir a nuestro entierro.

 

 

   ***   ***   ***

 

 

Olisqueo a tu seductora y humana mujer,

y aunque fuera indispensable perecer

cuando conversando con tu cuerpo imagino e invento,

me entrego a ti,

subyugado a tus encantos,

gustoso perezco.

 

 

Ahondo en el puro y grato placer -en tu fuego-

propongo tanto inocentes como lascivos juegos,

penetro en las entrañas del deseo.

No desisto, aun conociendo que podrías

convertirte en dependencia,

no desisto en sumergirme en las nubes de tu cielo,

o de naufragar -si hiciera falta-

colisionando con las tinieblas del infierno.

 

 

Húmedos vociferan;

los tentáculos cavernosos de la rigidez exacta;

llaman a la puerta.

Y complaciéndome la espera;

prolongo el éxtasis,

muerdo las ganas arañando tus brazos y espalda,

muerdo hasta la propia garganta de mis gritos.

 

 

Pausando los segundos

abarco la extenuación del raciocinio en un suspiro,

contengo el bravo estallido

que da pie al movimiento humano, a esta ruleta,

por los siglos ya pasados y los seres que estuvieron

contemplando mi idéntico espacio,

prosigo deseando, suspiro tras suspiro.

 

 

Cuánta grandeza sostiene,

cuánta pobreza quebranta;

la altura inconmensurable de este canto.

Resuena como un eco del tamaño de dioses.

 

 

Frente a él; las diferencias reculan,

y arriesgándose a sucumbir, sucumben.

Doloridas y solas - las diferencias-

consigo mismas enojadas,

solas degustan la soledad,

de aquí nosotros, extintas.

 

 

   ***   ***   ***

 

 

La transformación es inevitable,

sucede al oír, del dúo, el canto.

Facciones marmóreas; sordas e inexpresivas,

se tornan tiernas y receptivas,

repletas de agudeza,

de comprensiva escucha.

Bocas, por tiempo; opacas, mudas y serias,

desnudan las sombras y alumbran destellos,

que bordan alegres figuras con una sonrisa.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)