nelida anderson parini

COLA BLANCA... CUANDO LA TARDE LLORABA

En tibia tarde dorada

salí a recorrer el río,

para colgar el hastío,

en su orilla despoblada

 

 

La corriente resbalaba,

presurosa y cristalina,

como hermosa bailarina,

sobre las piedras danzaba.

 

Era tarde misteriosa,

perfumada con desidia,

cuando el sentimiento lidia,

con fatiga bochornosa.

 

En un andar sigiloso,

prevenido y desconfiado,

el corazón abrumado,

late con ritmo tedioso.

 

Corre el río en alegría,

con un pasar generoso,

su torrente vigoroso,

un peñasco contenía.

 

En un actuar muy osado,

me fui acercando a la orilla,

 la fina arena amarilla,

resplandecía en dorado.

 

Peculiar huella seguí,

por un sendero de arcilla,

tomando liana y cañilla,

tocar playa conseguí.

 

 

En la ribera espumosa,

tembloroso y asustado,

yacía un joven venado,

con expresión temerosa.

 

Su mirada relucía,

acusando su orfandad,

que imprudente humanidad,

desató en cruel cacería.

 

Ser mezquino en libertad,

depredador desalmado,

que deja desamparado,

a un crío sin voluntad.

 

Lloró natura dolida,

aquella tarde agitada.

Lloraba desconsolada,

la buena madre afligida.

 

En la ribera del río,

humectado de crueldad,

un rastro de iniquidad,

agonizaba sombrío.

 

De rojo se tiñe el monte,

tras el paso del baquiano,

que con escopeta en mano,

 saquea en el horizonte…

 

No existe razón alguna,

que su conducta soporte,

el que caza por deporte,

tiene la conciencia ayuna.