Ay madre, tanto me diste
y ni un verso te escribí,
cuando con el rostro triste
aún tú estabas aquí.
Qué decir del corazón,
desgarrado por la angustia,
que me quema la razón
pensando en tu vida mustia.
Mi gran culpa, cruel pasado,
no hacerte una poesía,
más no fue premeditado
versificar no sabía.
Y ya que te hago un halago,
mezcla de alivio y dolor,
pienso que mi cuenta pago
con inmaculado amor.
Y la musa tú me enviaste
en un sobre celestial,
y así mi mente alumbraste
con tu verbo angelical.
Por ti voy a componer,
pensándote muy hermosa,
alegre y dulce mujer
bella eras como una rosa.
Dedicada y tierna esposa,
madre de talla especial,
tan digna como una diosa
sentada en su pedestal.
Transparente, cual cristal,
eres una mariposa,
o un capullo que reposa
en su morada final.
Autora
Amelia Suárez Oquendo
Amediana
20 de junio fe 2012