Sólo pido una cosa antes de desafiar al viento,
antes de dejar mi postura de tierra húmeda forjada,
antes de hallarle la razón al padre que decía
que el buen hijo vuelve a casa y antes
de constatar que al final todos somos buenos,
sólo una cosa pido:
Que se quemen mis fotos y mi pelo sin clemencia,
que se borre la figura dejada por mis pasos
en la gruta y en la niebla,
que se rompan y se filtren en agua
las líneas ajadas de mis manos,
que se hagan barquitos de papel
con las hojas que un día recogieron mi lamento,
que se arrojen a un río turbulento mis versos,
hasta que se deshagan con las rocas
y nadie los recuerde;
Que no se repita mi nombre
hasta que se vuelva rumor, después susurro,
después obsidiana, alquimia, ola,
después
nada.
Hasta que mi voz no sea el canto de un gorrión moribundo
y mi sombra no nazca en un árbol en invierno,
nadie repita mi nombre.
Sólo pido una cosa antes de sembrar mi pecho,
mi humanidad toda, en un puerto calcinado:
que se borre el vestigio de mis horas
y que nadie me mencione a mi, el traicionero de mi madre
que me encerró en este polvo de barro disecado
y me trajo al mundo contra su voluntad y la mía.
Así, sólo así,
despojándome en el camino
donde se sientan las hojas secas,
habré vencido a la parca.
Omar Garzón
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